miércoles, 5 de noviembre de 2008

Silvio a una blanca corderilla suya

Silvio a una blanca corderilla suya,

de celos de un pastor, tiró el cayado,

con ser la más hermosa del ganado;

¡oh amor!, ¿qué no podrá la fuerza tuya?



Huyó quejosa, que es razón que huya,

habiéndola sin culpa castigado;

lloró el pastor buscando el monte y prado,

que es justo que quien debe restituya.



Hallóla una pastora en esta afrenta,

y al fin la trajo al dueño, aunque tirano,

de verle arrepentido enternecida.



Diole sal el pastor y ella, contenta,

la tomó de la misma injusta mano;

que un firme amor cualquier agravio olvida.

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